5.06.2007

QUE GRANDE ES LA DEMOCRACIA,CUALQUIER "SIMPLE" PUEDE SER PRESIDENTE

Aznar, libremente borracho
Desde que se ha desmelenado, en el más amplio sentido del término, las palabras de Aznar llegan a nuestros oídos como purificadoras ráfagas de aire fresco. José Mari se ha erigido en el adalid defensor de nuestras libertades, frente al proceso dictatorial al que nos somete el Gobierno socialista. Allí donde se comete una injusticia, allí donde se pisa una libertad, aparece nuestro líder para poner freno a los malvados y devolver la esperanza a los desvalidos. Su última intervención en Valladolid ha sido como un terremoto que ha movido los cimientos de esta aborregada sociedad, que sigue admitiendo, uno tras otro, los atropellos de los muchachos de Zapatero. La claridad de su mensaje no ha dejado a nadie indiferente. Los aulladores de esquinas que lo persiguen desde aquel glorioso 1996, han aprovechado sus palabras para atacarlo de la manera más injusta posible, mientras que quienes, como él, defendemos el liberalismo hasta sus últimas consecuencias, encontramos en su declaración la luz que nos ha de guiar hasta la salida de este oscuro túnel. La lista de ataques a la libertad individual que ha perpetrado Zapatero es tan larga que sólo puedo destacar aquí algunos de los más flagrantes, como la obligación de casarse a los homosexuales, la obligatoriedad del aborto o la prohibición de poder echar el humo del tabaco a la cara de nuestros compañeros de trabajo siempre que nos plazca. Sólo nos faltaba sumar a todo esto la de no poder conducir nuestro propio coche, como amenaza desde hace tiempo la campaña de la Dirección General de Tráfico. Como muy bien sentó cátedra José Mari en Valladolid, ¿quién leches es Zapatero para decirnos cuántas copas hemos de beber o a que velocidad hemos de ir? José Mari en eso, como en todo, predica con el ejemplo, y en esa libertad ha educado a sus hijos. De ahí la cara de sorpresa y de indignación que puso Aznar hijo de Botella (Ana), cuando hace unos años fue detenido en Italia por ir en su Porsche imitando a Fernando Alonso. Y es que, se pregunta con lógica indignación Aznar, ¿qué sentido tiene sacrificarse noche y día trabajando para poder comprarle un Porsche al niño, si luego sólo le dejan ir a 120 km/h? Y por no hablar del efecto melena, ¿saben ustedes la velocidad a la que hay que ir en un descapotable para que una melena como la de José Mari luzca, azotada por el viento, en su absoluta plenitud? Los amantes de la demagogia barata se han lanzado a criticar las palabras de Aznar, con argumentos tan banales como que puede echar por tierra la campaña de muchos años que la Dirección General de Tráfico viene realizando para evitar que cada año mueran en las carreteras unos cuantos miles de españoles. Pero no entienden que lo que defiende Aznar está muy por encima de cuestiones tan fútiles como esa, él defiende un bien mucho más valioso que el de la vida, el de la libertad. En todo caso, si alguien quiere buscarle las cosquillas, siempre podrá defenderse diciendo que estaba borracho, libremente borracho.

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