9.18.2010

Reflexiones de un Ciego-Tozudo.-20-

"El asunto gitano".

Estos días estamos asistiendo a un examen de “grado” para la CEE. Esta especie de microestado sin competencias, esta Asociación del Carbón y del Acero venida “a más” se le están viendo –las costuras- en cuanto un país de los –esenciales- como siempre ha sido Francia, se desvía por motivos puramente electorales de la ruta marcada por la CEE cuando declara que acepta la “Libre circulación de ciudadanos de la CEE por cualquier territorio perteneciente a ella”.

Se denominan gitanos, romaníes, zíngaros o pueblo gitano a una comunidad o etnia de origen indio, que data de los Reinos medios de la India, con rasgos culturales comunes aunque con enormes diferencias entre sus subgrupos. Se encuentran asentados principalmente en Europa, ya que de hecho son la mayor minoría étnica de la Unión Europea, aunque están presentes también, pero en menor proporción, en el resto del mundo.

La discriminación o el “no entendimiento” de la “cultura gitana” es un hecho histórico, perfectamente documentado.
La situación de persecución, junto a todas las leyes y pragmáticas que los discriminaban y su valorado sentido de libertad propio, acentuó el carácter itinerante de los gitanos.
Durante los siglos siguientes, y especialmente durante el siglo XIX, se produjo una segunda migración masiva de gitanos hacia Europa y América, aprovechando las rutas europeas hacia el nuevo continente.
Los gitanos se vieron severamente perseguidos e incluso exterminados durante el siglo XX. La inestabilidad política y económica del este de Europa provocó, especialmente a fines del siglo, otra nueva movilización en masa de la comunidad gitana, todavía en curso, esta vez en dirección a la Europa central.
Los gitanos han tenido desde antiguo un estilo de vida parcialmente nómada que les ha influido notablemente.
“El gitano es lo más elemental, lo más profundo, lo más aristocrático de mi país, lo más representativo de su modo y el que guarda el ascua, la sangre y el alfabeto de la verdad andaluza universal”.según Federico García Lorca.

La lengua gitana es el romaní, un idioma indoeuropeo.

Los gitanos del mundo según diferentes criterios se dividen en las siguientes sub-etnias que se identifican en base a sus dialectos dentro del idioma principal.

Grupo del Danubio; representado por los kalderash, lovara y curara.
Grupo balcánico occidental; que comprende a istrios, eslovenos, javates y arlija.
Grupo sinto; eftavagarja, kranarja, krasarja y eslovaco.
Grupos rom; de Italia central y meridional.
Grupo británico: romaní galés (ya desaparecido) y anglo-romaní.
Grupo fínico.
Grupo greco-turco o greco-romaní.
Grupo ibérico: caló o hispano-romaní.

De acuerdo con esto y cuando hablamos de gitanos es algo así como si hablásemos de sudamericanos, incluyendo a argentinos y bolivianos; a mexicanos y venezolanos como un mismo grupo social, como una misma étnica.

Esto anterior lo destaco porque es importante para entender el problema gitano, saber que no son ni rumanos ni franceses ni búlgaros ni españoles. Hay gitanos asentados en todos los países de la CEE.

La persecución de la etnia gitana.

La historia de persecución de los gitanos (Antiziganismo), especialmente en Europa, es casi tan antigua como la de su presencia.

La acogida inicial durante el siglo XV fue relativamente buena si la comparamos con su situación en los siglos posteriores.

Los gitanos fueron recibidos con curiosidad e incluso con respeto, y algunos príncipes y señores ofrecían escolta a sus comitivas, que se presentaban como peregrinos cristianos.

Sin embargo, el desencuentro con las comunidades receptoras era casi total al comenzar el siglo XVI. Para entonces ya habían sido expulsados o perseguidos en casi toda Europa.

La documentación histórica conservada[1] recoge una larga serie de expulsiones en cadena prácticamente desde su misma llegada.
El 8 de septiembre de 1427 son expulsados de Pontoise y finalmente de París en 1439, de toda Suiza en 1471, de toda Alemania en 1500 y de Inglaterra bajo pena de muerte en 1514.
En 1540 de Bélgica, también bajo pena de muerte. Para entonces, tanto en España como en Francia ya se les envía a galeras. En el siglo XVII, Portugal los deporta a América. En Hungría y Rumanía fueron sencillamente esclavizados.
El número de leyes, pragmáticas, decretos, reglamentos y medidas de excepción específicas contra los gitanos en todos los lugares donde habitaron y habitan es tal que sería imposible enumerarlas.
Solamente en España se promulgaron, desde el año 1499, más de 280 pragmáticas contra el pueblo gitano.
Lo mismo ocurrió en los restantes países. A título de ejemplo, en el tardío año de 1998 se derogó la última ley que en el estado de Nueva Jersey (Estados Unidos) “contemplaba vigilancia especial sobre la población gitana”.
Sin embargo, cabe señalar que la multiplicación de medidas para homogenizar y asimilar la etnia revela continuamente fracasos.
No solamente no desaparecen, ni se “asimilan”, sino que se han extendido de manera constante y además han mantenido con mayor o menor éxito rasgos propios con cierta fidelidad, fenómeno que algunos estudiosos han denominado como de "resistencia étnica".

Para entender una causa fundamental y decisiva en la persecución o marginación de los gitanos y de otras minorías étnicas, es necesario echar mano de los procesos de centralización estatal en Europa a partir del siglo XVI, fundamentados en una homogeneización cultural, lingüística y religiosa.
Los primeros decretos de expulsión y asimilación en España coincidieron con los de la expulsión de los judíos en 1492 y los de persecución o conversión de los musulmanes españoles.
El historiador Raúl Hilberg recuerda que la destrucción de los judíos europeos se incrusta en el mismísimo centro del proyecto de la modernidad europea y del modelo de civilización occidental, Teresa San Román explica la persecución contra los gitanos desde esa misma perspectiva: la construcción de los estados centralistas, primero, y de las identidades nacionales, después.
Las formas de represión de las autoridades y de la sociedad han sido muy variadas, desde la simple marginación y criminalización hasta la muerte, pasando por la sedentarización forzosa, la deportación y el destierro, el castigo corporal y la mutilación, la esclavitud, los trabajos forzados en galeras, la prisión o reclusión en barrios, ghettos, llamados en España “gitanerías”.
Para cada modalidad de persecución, las comunidades gitanas de todo el mundo han generado y siguen generando mecanismos y estrategias específicas de supervivencia, ocultamiento, adaptación o huida.

Prácticamente todos los estados europeos promulgaron, sin éxito, decretos de expulsión.
Portugal e Inglaterra utilizaron el traslado forzoso de población gitana hacia sus colonias americanas, lo que contrasta con la política restrictiva de los españoles, que incluso llegaron a prohibir su partida y a obligar el retorno de los ya emigrados.
Los gitanos fueron esclavizados en Rumanía y Hungría. La abolición de la esclavitud gitana tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XIX.

La legislación anti-gitana española, por ejemplo, ha sido por épocas asimilacionista. Carlos III en 1783 nacionaliza a los gitanos mediante una pragmática que declara a los gitanos como ciudadanos españoles y, por lo tanto, el deber y derecho de los niños a la escolarización a los 4 años, libres de fijar su residencia, o de emplearse, trabajar en cualquier actividad, penalizándose a los gremios que impidan la entrada o se opongan a la residencia de los gitanos.
Pero a costa de que los gitanos abandonen su realidad étnica, como la forma de vestir, no usar el caló, asentarse y abandonar la vida errante. En esa misma pragmática se ilegalizará la palabra gitano.
Uno de los más negros y olvidados episodios de la historia de los gitanos españoles fue la Gran Redada o Prisión General de los gitanos de 1749.
Durante el reinado de Fernando VI, y mediante un plan urdido en secreto y organizado por el Marqués de la Ensenada, se decidió “prender a todos los gitanos avecindados y vagantes en estos reinos, sin excepción de sexo, estado ni edad, sin reservar refugio alguno a que se hayan acogido”.
Fueron detenidos casi todos los gitanos españoles, unos 9.000 (otros 3.000 ya estaban en prisión), los hombres enviados a los arsenales de la marina y las mujeres y los niños encarcelados. Sólo serían indultados 14 años después por el rey Carlos III, y algunos no serán liberados definitivamente hasta 1783.
Durante la Segunda Guerra Mundial, como otras etnias o minorías, fueron objeto de persecución y discriminación, muriendo miles de ellos en distintos campos de concentración.
El número de romaníes europeos asesinados en lo que en lengua romaní se conoce como porraimos ("la devoración") aún se desconoce con certeza, oscilando las cifras entre 250.000 y 600.000 personas muertas.
La imagen social negativa de esta comunidad es muy clara y mayoritaria, casi prácticamente desde su llegada, como se puede observar en muchos idiomas.
En inglés la palabra “gyp” (de “gypsy”, gitano) significa "estafa" o "engaño", y una etimología popular alemana hace creer que “Zigeuner” (gitano) procede de “Ziehende Gauner” (ladrón itinerante).
Lo mismo ocurre con el húngaro, donde la creencia popular relaciona “cigány” con la palabra "szegény" (pobre). Incluso en el actual diccionario de la RAE se recoge la siguiente acepción coloquial para gitano: “Que estafa u obra con engaño”.
Las acusaciones contra los gitanos se repiten de una u otra forma, sin cambiar de manera esencial a lo largo de los siglos.
Se les relaciona con la delincuencia, se les acusa de promiscuidad o por el contrario de un conservadurismo extremo; al ocultismo y las artes paganas, por ejemplo, de robar o forjar los clavos de Cristo, de echar mal de ojo o de ser los importadores del Tarot en Europa; se les acusa de explotación infantil, de raptar niños, de oficios deshonrosos, de vagancia: “una raza indomable, inescrutable, infatigable, inasimilable e inexterminable, tan temida como odiada”.
Todo esto venía dado por el no conocimiento de las otras personas. Y los gitanos no hacían mucho por desmentirlo ya que en cierta manera eso le hacía salvaguardarse un poco, ya que aunque los demás por esas leyendas les pudieran temer a ellos, ellos (los gitanos) si que tenían verdaderos motivos para temerle a los demás.
Eran tiempos en los que en algunos lugares eran perseguidos, incluso hasta casi querer su exterminio y era lógico que hicieran lo que fuera por tal de sobrevivir.
Todos estos aspectos negativos han sido recogidos y fomentados en muy diversos medios.
La literatura ha contribuido a recoger y engrandecer el mito de la personalidad gitana. Cervantes escribe en su novela La Gitanilla:
“Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo, y las ganas del hurtar y el hurtar son en ellos como accidentes inseparables, que no se quitan sino con la muerte”.
Algunas administraciones estatales o locales también han apuntado en la misma dirección:
"el gitano, que con la mayor naturalidad muestra un absoluto ´pasotismo´ ante la ley escrita, que incide en una situación de clandestinidad e ilegalidad, al tiempo que conlleva un grado de delincuencia ´cuasi´ permanente, por la incitación al robo y al hurto...
No es menos cierto, que en algunos casos, de tímidos intentos de integración en diversas áreas, los miembros de la comunidad gitana, casi siempre lo hicieron de una forma diferente a lo exigido por los principios más elementales de esta ética social".
Incluso la criminología, una disciplina en principio exenta de valores, redunda en los mismos tópicos. Cesare Lombroso, padre del positivismo criminológico, afirmaba que los gitanos son "la imagen viva de una raza entera de delincuentes que reproducen todas las pasiones y vicios". Y un documento de la administración penitenciaria española del año 1951 decía:
"Yo hablo aquí del gitano errante y ladrón, enemigo de la propiedad; de ese gitano que se cree en el derecho de desvalijar.
El otro gitano, el gitano emancipado, el gitano elevado a la jerarquía de ciudadano por haber entrado dentro de la ley, este gitano ya no es gitano, ha perdido su gitanería".
En consonancia con todo esto, se han aprobado leyes diseñadas para reforzar el tópico más que a un fin o una solución a los propios problemas de marginalidad y pobreza.
En España hasta 1978 figuraban en el reglamento de la Guardia Civil los siguientes artículos:
Artículo 4. Se vigilará escrupulosamente a los gitanos, cuidando mucho de reconocer todos los documentos que tengan, confrontar sus señas particulares, observar sus trajes, averiguar su modo de vida y cuanto conduzca a formar una idea exacta de sus movimientos y ocupaciones, indagando el punto al que se dirigen en sus viajes y el objeto de ellos.
Artículo 5. Como esta clase de gente no tiene por lo general residencia fija, se traslada con mucha frecuencia de un lugar a otro, en los que son desconocidos, conviene tomar en ellos todas las noticias necesarias para impedir que cometan robos de caballería o de otra especie.
Artículo 6. Está mandado que los gitanos y chalanes lleven, además de su cédula personal, la Patente de Hacienda que les autorice para ejercer la industria de tratante de caballerías.
Por cada una de éstas llevarán una guía con la clase, procedencia, edad, hierro y señas, la cual se entregará al comprador (...) Los que no vayan provistos de estos documentos o, los que de su examen o comprobación resulte que no están en regla, serán detenidos por la Guardia Civil y puestos a disposición de la Autoridad competente como infractores de la Ley.
Como muestran algunos estudios, la criminalización o encasillamiento (conocido en criminología como targeting) ha sido en todos los países el primer paso para desacreditar a la comunidad gitana con objeto de legitimar su marginación y su persecución:
“(La pobreza y la exclusión) inciden en la representación social que tiende a asociar "lo gitano" con los peores rasgos de la marginalidad (drogas, delincuencia), perjudicando gravísimamente a muchos de ellos y a las familias que, aún estando en niveles de precariedad social, nunca han realizado actos delictivos de ningún orden".[13]
Los modernos estudios gitanológicos han desvelado este proceso de criminalización y han denunciado “lo habitual que resulta este fenómeno en todos los países, que lleva a la gente a afirmar que el estereotipo "por algo será", es decir, que seguramente tenga alguna base real.

Sin embargo, estas mismas personas nunca afirmarían que el antisemitismo, que tomaba formas muy parecidas en los diversos países del mundo, es el resultado de las propias actitudes de los judíos".[3]
Se denuncia así que la criminalidad entre los gitanos no es una causa de su exclusión, sino una consecuencia, así como “la existencia de prejuicios arraigados y de una profunda discriminación hacia la comunidad gitana en nuestra sociedad… (y) …la negación de la importancia y gravedad de estos prejuicios, aún más cuando se trata de reconocer los nuestros personales”
Una vez entendido todo lo anterior deberemos decir también que los gitanos tienen una cultura de “no inmersión” en las diferentes culturas de los países donde se alojan a veces temporalmente y en muchos casos de forma definitiva.
Yo se que debe ser complicado, pero en la CEE quizás supere la cifra de 7 millones de gitanos. Entiendo que la CEE debería de forma totalmente prioritaria abrir canales reales de comunicación con esta etnia.

Es real también que parece que “su marginalidad” la llevan mas lejos que la misma o parecida situación en relación con otros grupos de excluidos.
Es cierto que además tienen una disciplina interna, con una jerarquía perfectamente organizada que además respetan con veneración.
Y por fin deberemos entender que cuando hablamos de “un país” , que cuando hablamos de la CEE , Hablamos de todas las personas que la integran.
Es por ello que la “solución” mal asunto gitano, deberá ser la integración o al menos la “convivencia” entre culturas, respetando por ambas partes las peculiaridades de cada uno.
Apoyo por tanto la decisión de la Comisaría de la CEE que pretende dejar al descubierto la ilegalidad de las actuaciones francesas.
Independientemente de la legalidad, deberemos convenir que éticamente no podemos actuar en contra de ninguna “etnia” por el hecho de serlo.
De la misma forma las “autoridades” de la etnia, que las tiene y son conocidas, deberán pactar con los diferentes Estados o bien con la CEE directamente la aceptación de las mínimas normas de convivencia.

La libre circulación de personas, mercancías y capitales es un avance que , en ningún caso, se debe poner en peligro por motivos puramente electoralistas.
Las posiciones maximalistas son propias de la ultraderecha y en esta sociedad de mezcla, de acercamiento al diferente de globalización, no deberemos excluir en ningún caso a las etnias.
De la misma forma critico a los Estados miembros que con esta postura de “suavización” de las medidas, lo que se consigue es propiciar la derechización de la opinión publica.
Los dirigentes gitanos deben también dar los pasos necesarios para garantizar esta convivencia y convencer a sus propios integrantes de la necesidad de asumir estos mínimos criterios de convivencia.
Cada vez que esta sociedad asume un problema como tal, nos damos cuenta que siempre la realidad nos supera, Esto ha pasado con la crisis económica y esta cada día pasando con el estado de bienestar, los derechos humanos, etc.







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