12.27.2009

Nuestros viejos… nuestros padres…

Padres héroes y madres heroínas del hogar.
Pasamos buena parte de nuestra existencia cultivando estos estereotipos.
Hasta que un dia el padre heroe comienza a pensar todo el tiempo, protesta bajito y habla de cosas que no tienen ni pie ni cabeza.
La heroína del hogar comienza a tener dificultades para terminar las frases, y empieza a enojarse con la empleada.
¿Qué hicieron papá y mamá para envejecer de un momento a otro?
Envejecieron…
Nuestros padres envejecieron.
Nadie nos había preparado para esto.
Un bello día ellos pierden la compostura, se vuelven mas vulnerables y adquieren unas manías bobas.
Están cansados de cuidar de los otros y de servir de ejemplo: ahora llegó el momento de ellos, de ser cuidados y mimados por nosotros.
Tienen muchos kilómetros andados y saben todo, y lo que no saben lo inventan.
No hacen mas planes a largo plazo, ahora se dedican a pequeñas aventuras, como comer a escondidas todo lo que el médico les prohibió.
Tienen manchas en la piel.
De repente están tristes.
Mas no están caducos: caducos están los hijos, que rechazan aceptar el ciclo de la vida.
Es complicado aceptar que nuestros héroes y heroínas ya no están con el control de la situación.
Están frágiles y un poco olvidadizos, tienen este derecho, pero seguimos exigiendo de ellos la energía de una usina.
No admitimos sus flaquezas, sus tristezas.
Nos sentimos irritados y algunos llegamos a gritarles si se equivocan con el celular u otro aparato electrónico; y encima no tenemos paciencia para oír por milésima vez la misma historia, que cuentan como si terminaran de haberla vivido.
En vez de aceptar con serenidad el hecho de que adoptan un ritmo mas lento con el pasar de los años, simplemente nos irritamos por haber traicionado nuestra confianza, la confianza de que serían indestructibles como los superhéroes.
Provocamos discusiones inútiles y nos enojamos con nuestra insistencia para que todo siga como siempre fue.
Nuestra intolerancia solo puede ser miedo.
Miedo de perderles, y miedo de perdernos, miedo de dejar también de ser lúcidos y joviales.
Con nuestros enojos, solo provocamos mas tristeza a aquellos que un día solo procuraron darnos alegrías.
¿Por qué no conseguimos ser un poco de lo que ellos fueron para nosotros?
¿Cuántas veces estos héroes y heroínas estuvieron noches enteras junto a nosotros, medicando, cuidando y bajando fiebres?
Y nos enojamos cuando ellos se olvidan de tomar sus remedios, y al pelear con ellos los dejamos llorando, tal cual criaturas que fuimos un día.
El tiempo nos enseña a sacar provecho de cada etapa de la vida, pero es difícil aceptar las etapas de los otros…
Mas cuando los otros fueron nuestros pilares, aquellos para los cuales siempre podíamos volver y sabíamos que estarían con sus brazos abiertos, y que ahora están dando señales de que un día irán a partir sin nosotros.
Hagamos hoy por ellos lo mejor, lo máximo que podamos, para que mañana cuando ellos ya no estén mas, podamos recordarlos con cariño, recordar sus sonrisas de alegría y no las lágrimas de tristeza que ellos hayan derramado por causa nuestra.
Al final, nuestros héroes de ayer… serán nuestros héroes eternamente.
Articulo de Pablo Gimenez


Que nos pasa con los abuelos. Carpe Diem o Comodidad.

Es una pregunta que durante todo el año me ronda la cabeza, pero que en especial éstos días de Navidad me sobrecoge especialmente.

Este mundo ha cambiado en casi todo , de forma rápida, veloz en la mayoría de las cosas mas comunes. De tal forma que casi nos va justo para no quedarnos atrás a los de mi generación-51 años – y que con toda seguridad nos “quedaremos obsoletos” en muy pocos años.

Esto que parece normal, que lo asumimos como “normal” lleva de forma inevitablemente - al parecer- a aspectos que solo hace algunas décadas nos hubiera parecido simplemente “aberraciones” del género humano.
Hace pocas décadas “cuidar” a nuestros mayores era algo tan natural que los “asilos” y en general las “residencias de ancianos” se entendían solamente para los casos –extremos- en los que se carecía de familiares más o menos directos que se ocuparan de los últimos años de nuestros mayores.

El paso del medio rural a las ciudades ha llevado como “daños colaterales” que el espacio se ha reducido por su valor económico y que el tiempo se ha acelerado por la civilización industrial.

De esta forma se ha multiplicado de forma exponencial la necesidad de “plazas” en residencias publicas o privadas con mayor o menor calidad.

Esto que podría parecer una simple adaptación de nuestra cultura esta generando “en muchísimos” mas casos de los moralmente deseables el que éstos centros geriátricos sean simplemente “almacenes de viejos” que malviven en sus últimos años de vida.

No son infrecuentes las noticias de Residencias de Ancianos que no cumplen –ni por asomo – con las mínimas condiciones higiénico-medicas que las personas allí alojadas necesitarían en base al respeto de los Derechos Humanos más básicos.

Continuamente se dan debates y se reconocen “alarmas” en el sentido de que en cuanto un “abuelo” se –coloca- en alguna Residencia, sus familiares desaparecen como por arte de magia. La cobertura es que este mundo es así, que los trabajos no permiten conciliar con las visitas a los Centros,etc.

Venalidades que en nada tienen en cuenta que , si algo somos es a nuestros padres y abuelos a quien se lo debemos.

Es realmente ignominioso para la sociedad actual que se dejen a los abuelos –en alguna perdida gasolinera- porque el apartamento es pequeño, en el Hospital sin una afección concreta para -colocarlos- durantes unos días. Y aun en caso solos durante las vacaciones de sus hijos.

Yo que no se nada de genética, oigo que de padres maltratadores vienen un porcentaje alto de hijos con la misma “justificación cultural” y los hay quien dicen que tal como cuidemos a nuestros padres nos cuidaran nuestros hijos.
Esto no me tranquiliza puesto que no soluciona ni un ápice el bienestar de nuestros mayores.

Es urgentísimo hacer una profunda reflexión sobre éste asunto y adaptar la Ley de Dependencia a estos asuntos.
Es importante detectar la situación de cada uno de los mayores, sean o no dependientes. Y es necesario que la Administración haga cumplir la Constitución en lo que a nuestros mayores o dependientes se refiere.

Todo ello como complemento a las ayudas que por la vía de dicha Ley vengan.
Mi opinión es Nye llevamos demasiado tiempo “teorizando” sobre estos asuntos pero estamos teniendo menos resultados de los humanamente necesarios.

Hemos de tener especial cuidado como se “reparten” los beneficios de la Leu de Dependencia porque –en demasiados casos- solamente sirven para aumentar los emonumentos de los hijos que según la Constitución tienen la obligación de cuidar a sus mayores, pero que no repercuten directamente en los ancianos con o sin dependencia.
He de recordar por fin que el derecho que se establece en la Ley de Dependencia es –a favor – de las personas dependientes y en ningún caso debe ser “solamente” un beneficio económico para su entorno.
Dejo esta reflexión porque me consta que es muy difícil, por no decir que es “imposible” fiscalizar que estas ayudas llegan en debida cuantía y forma a sus reales perceptores o beneficiarios que son los mayores.

No conozco ninguna inspección en la que “el abuelo”; “el Dependiente” denuncie “mala praxis” a su hijo/a .Porque será.

Archivo del blog