8.05.2010

Reflexiones de un Ciego-Tozudo.-16-.

"Romance del Tocino".

¡¡Atención pído señores!!
que yo les voy a explicar,
lo que le pasó a un tocíno;
en un pequeño lugar.

Es una curiosa historia
y además muy verdadera;
y es que nadie puede fiarse
-ni- de la camisa que lleva.

La porcaza de mi madre
tuvo el gusto de parír,
en casa de unos peláires
que me vendiéron a mí.

Cuando sólo tenía tres meses
a la plaza me sacáron,
y por fortuna caí
en la casa de un Hortelano.

Una mañana muy fresca
un fachote capador,
con la lanceta en la mano;
los dos pesos me cortó.

Yo me quedé atolondrádo
como es cosa natural,
a mí me dejó la bolsa;
y él, se llevó el capital.

Mis pesos se los comiéron
los críos para almorzar,
a mí -me diéron patatas-;
menudas y, -sin pelar-.

Hasta que estúve curádo
de aquella gran capadúra,
todos los días me daban
patatas en la pastúra.

Me sacában a paseo
los días que hacía sol;
y, en el río me bañában
cuando tenía calor.


Y si; por casualidad
en la tripa me rascában;
yo, me tumbába en el suelo,
por el gusto que me dába.

Llegado el mes de Octubre
mi amo me preparó,
las bellotas y el panízo
para que engordáse yo.

Me concluí las bellotas
y el panízo terminé,
¡señóres!, ¿como es alimento?
allí mismo me engordé.

Al llegar a San Antón
me llegó la desventura;
principiaron a tratar,
de hacerme la sepultura.

El víspero de mi muerte
me dejáron sin cenar;
como el que está en capilla,
y lo ván a sentenciár.

A las tres de la mañana
pronto bajáron a abrír;
éra que acababa de llegar
un clubete matachín.

Tras de aquél; víno otro
con un gancho fenomenal,
y unos cuchíllos muy largos
y los cazos de pelar.

Yo les dije ¡¡Cremináles!!
¿Cuál cosa me váis a hacer?,
sabéis que soy inocente
y aun así; me venís a emprender.

Acacharon la cabeza
sin volver contestación;
uno, cogió el gancho y el cuchillo
y del hocico me amarró.




Mi sangre la recogía
una mujer mondonguera,
con el brazo arremangado
y en una grande cazuela.

Cuando ya hubo terminado
se la llevó a la cocina,
para preparár la pasta
de las pellas y morcíllas.

¡Agua caliente! Pedía;
aquel pillo matachín,
y la traían en grandes pucheros
e hirviendo la echaban sobre mí.

Principiaron a pelarme
como lobos carniceros,
y hasta el pelo recogían
para coser, los zapateros.

Me colgáron de algún techo
amarrado por un ramal,
a la afrenta de la gente
como si hubiá hecho algún mal.

Me quitaron la vejiga
con todos mis estentinos,
corazón, cabeza y bazo
todo, colgallo querido.

Aquel día fué de gozo
para toda la familia;
estuviéron en el fuego,
con la sartén prevenida.

Me friéron las costíllas
Y; ¡todo el lomo! -también-
para ponerlo en conserva
y rinquintín paces, Amén.


Archivo del blog